Desde Estados Unidos a Vigo tras las cenizas de su hermano mayor

Monica Torres
mónica torres VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Mónica Torres

Llega a Oia la familia del surfista cuyos restos viajaron desde Florida en una botella

27 mar 2024 . Actualizado a las 01:00 h.

Hay viajes que cambian vidas. Como el de Emmale Nichols, una joven de Wisconsin para la que descubrir las rías gallegas se ha convertido en «la aventura más importante y fascinante» que ha hecho nunca. Ha sido su primera vez en España y llegó hasta Vigo para conocer Oia, donde comenzó su camino, en el mismo punto exacto en el que acabó el de la botella que contenía las cenizas de su hermano Paul, fallecido hace ocho años.

Emmale no tenía previsto visitar España siquiera, pero sus propósitos dieron un vuelco a finales de enero del año pasado cuando supieron que una de las botellas en las que su padre había depositado las cenizas de este surfista que falleció con 35 años en Atlanta había sido localizada a 6.500 kilómetros de distancia.

«La verdad es que jamás había escuchado hablar de Oia, pero en cuanto supimos que un vecino de ese municipio había encontrado una de las 45 botellas que hace cuatro años mi padre arrojó al mar en Florida, a unos 45 kilómetros de Cabo Cañaveral, buscamos toda la información que pudimos de la zona», explica Emmanuel. «Fue una señal del cielo. Sentí que debía seguir ese camino como si mi hermano lo hubiera trazado para que lo acompañara», asegura la joven. Dedicó los meses siguientes a investigar sobre el lugar hasta el que las corrientes habían llevado su mensaje «y cada vez tenía más claro que debía viajar para conocerlo». «Leí libros de la Costa da Morte, el Camino de Santiago, el monasterio de Oia o Finisterre y sentí que debía emprender esa ruta para reencontrar la paz interior que perdí con su partida», recuerda.

Emmale y su marido llegaron finalmente a Oia el día en el que se cumplía el octavo aniversario de la «inesperada muerte por una caída», de Paul Nichols, que era «un camarero, surfista amante de los viajes «al que le gustaba exprimir al máximo cada segundo de la vida». «No tengo palabras para expresar tanta gratitud ni emoción; este espectacular paraje y la emoción de conocer a la persona que localizó la botella es una experiencia sobrecogedora», afirmó visiblemente emocionada en una montaña rusa de sentimientos Emmanuelle tras fundirse en un abrazo con Secundino Vicente Refojos, el vecino de Oia que localizó la misiva. La conexión fue inmediata en cuanto se vieron, frente al «enigmático monasterio» que también llamó su atención por internet durante su investigación sobre la costa a la que llegó la botella número 44.

La joven y su pareja valoraron especialmente el empeño de Secundino por haber cumplido con el deseo del padre de familia, que lanzó al mar desde distintos puntos de la costa de Estados Unidos las botellas «para que Paul pudiera seguir viajando». En el recipiente, sellado con poliuretano, había un billete de dos dólares plastificado por fuera, y otro igual dentro «para que quien encuentre este mensaje se tome una cerveza a mi salud en un bar de playa». La última voluntad del fallecido era que colocaran la botella en el bar en el que se tomaran esa cerveza a su salud, «para ser un simpático fantasma de chiringuito con el que hacerse fotos».

Fue la siguiente parada de Emmanuel, que rompió a llorar antes la vitrina que, a modo de túmulo, sobre un hórreo recuerda a su hermano en la tapería A Camboa. Allí está la botella, porque las cenizas las devolvió Secundino al mar en Punta Centinela, como pedía la misiva, más los recortes de los periódicos de La Voz que ayudaron a descubrir la historia de Paul y a continuar la de su familia. Porque también así se cumple su último deseo del joven: «Que cuantos se hagan un selfi enviaran la imagen a Zoe, la pequeña que dejó huérfana, «para que sepa que su padre sigue surfeando por el mundo».

«Es el lugar al que le habría encantado viajar en vida y al que ahora nos une para siempre»

Emmanuele siente que Paul quiso que ella también cruzara el océano. «Es increíble porque este es exactamente el lugar al que Paul le habría encantado viajar para quedarse a vivir y al que ahora estamos todos unidos para siempre», asegura Emmale. Le falta tiempo para grabar sonidos y hacer fotografías de cada rincón del entorno mientras decenas de surfistas buscan olas como hacía su hermano mayor. «Le estoy mandando todo a mis padres porque solo éramos dos hermanos y sé que, en cuanto conozcan esto van a querer venir y traer a Zoe, la hija de Paul, que quedó huérfana con solo tres años».

La botella fue como una brújula en un camino lleno de señales para la pareja. «En cuanto llegué a Galicia fui a Finisterre a rezar por mi hermano desde el fin del mundo y cada lugar que conozco en este peregrinaje me está ayudando. Porque es, sin duda, un viaje espiritual para ayudar a sanar», considera Emmanuelle. «Creo que Paul me está guiando para que pueda reencontrar la paz aquí con sus cenizas. Siento que es él quien todavía me habla, incluso después de fallecer y aquí volveré con mis padres y su pequeña Zoe», dice.

La que llegó a Oia fue la única de las seis botellas localizadas que se encontró fuera de Estados Unidos. «Supimos que había aparecido el día del cumpleaños de nuestro padre y la noticia se convirtió en el mejor regalo y mayor consuelo que pudimos soñar».

«Mi padre quería que Paul continuara viajando después de su muerte y haberlo hecho yo ahora siguiendo la estela de sus cenizas nos ha ayudado a todos a cerrar el círculo. Es un honor que haya este lugar para él en la Camboa de Oia», concluye.