«Yo era un incapaz y ahora ya puedo proporcionarme mi propia comida»

Carlos Punzón
Carlos Punzón VIGO /LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Hasta 80.000 personas al día siguen los consejos del agrotuber vigués Cé Rodríguez para crear pequeños huertos

03 jul 2023 . Actualizado a las 09:26 h.

Los miércoles a las 18 horas es el momento. Cé Rodríguez (Vigo, 1979) le da a la tecla y sube otro vídeo a Youtube. El de cómo reproducir el árbol de Jade supera los cinco millones de visualizaciones, los trucos para la flor de pascua van en 3,6 o el de los cuidados para la lengua de suegra se aproxima a los tres millones de reproducciones. Es todo un referente en la divulgación de la horticultura con su marca En 20 metros huerto urbano, a la que siguen 942.000 personas en sus canales en redes sociales. Youtube es su principal contenedor, de hecho no duda en denominarse como «agrotuber». Alcanza hasta 80.000 visualizaciones al día y los ingresos que le reportan ese seguimiento han llegado incluso a sextuplicar en un mes su salario como administrativo en una procuraduría legal de Vigo, trabajo que, sin embargo, no piensa abandonar «aunque me vaya muy bien esto. Procuro tener los pies en la tierra», dice pisando la minúscula parcela de, efectivamente, veinte metros cuadrados a los que el progreso ha reducido una propiedad familiar en la pedanía viguesa de Bembrive. Cuando tomó posesión de ella solo había dos tomes cherri desvencijados y unos ajos. Ahora, ese exponente del minifundio galaico se encarama al podio mundial de la rentabilidad agrícola, no por su producción, sino por lo que Cé Rodríguez hace evolucionar de manera abigarrada para que se vea desde una pantalla en cualquier lugar y se traduzca en ingresos publicitarios.

«¿Cuánto vale realmente un kilo de tomates? Eso es lo que me enseñó mi madre aquí, a trabajarlo cuando esto era un campo de patatas. Yo venía obligado, no me gustaba nada la aldea», como llamaba a la parroquia viguesa con sus ojos de niño del barrio de As Travesas, donde solo pensaba en «jugar al PC Fútbol y poco más».

Cé no oculta la modestia de sus raíces. Luce con orgullo ser hijo de familia híper humilde, de limpiadora y de trabajador del metal reconvertido dos veces, primero en Barreras y luego en Motores Deutz.

Cuando en el 2013 se independizó y se fue a vivir justo a la «aldea» de la que renegaba de niño, su madre le conminó a cuidar el pequeño trozo de tierra para no perderlo. «Vi que los cherri seguían produciendo en septiembre, y pensé ‘esto es facilísimo'. Coseché eso y al año siguiente planté cuatro cosas, empecé a subir fotitos a Facebook y mis amigos en broma me decían ‘vas muy bien, vas muy bien'». Internet fue su guía para aprender. Llegó a cien seguidores en Instagram mostrando sus progresos en la huerta y un amigo le animó a hacer lo mismo, ya más cuidado, para Youtube. «Yo no tenía ni idea de grabar ni nada. Me fijé en las cuentas que funcionaban y llegué a la conclusión de que eso, pero contado para gente que no tenga ni la más remota idea de agricultura podía funcionar. Era contar cómo lo había aprendido, a mi manera, con un toque de humor, con naturalidad, incluso con equivocaciones, no pasa nada, no soy un libro ni un manual», dice.

Tiene recetas para casi todo en el campo, siempre desde una posición ecológica, ,y también para cultivar seguidores en internet, pero «esto es Youtube, una lotería, si funciona, funciona, sin más. He trabajado contenidos a tope que no han tirado, y otros más simples que arrasan».

Por ello ve con ojos precavidos el futuro de vivir de las redes. «Lo hago ahora ya, pero mañana Google dice que se monetiza la mitad y ¡allá va! Trabajas para otros», tercia refiriéndose a los gigantes de internet. «La película es tuya, pero el cine es de otro», acuña.

Todo el momento libre que le deja el trabajo, se lo dedica a sus cuentas, a contestar «a todos» los comentarios que le escriben, a dar consejos de horticultura a quien se los pide, a abonar lo que se ha convertido en su «plan A» de vida. «Todo el mundo puede poner un huerto, aunque la cultura urbana nos ha hecho unos analfabetos del campo. Yo era un incapaz. De la universidad a casa, cocinaba cuatro cosas, y ahora estoy capacitado para proporcionarme mi propia comida, a darme cuenta además de que puedes hacer muchas cosas».

En sus vídeos describe lo que le toca hacer en la semana con sus cultivos: sembrar unos tomates, podar hortensias, guiar una planta y «eso deja poco margen para inventarse cosas, para buscar el clic fácil», del que advierte sobre su perversidad y efecto Boomerang que augura tendrá esa práctica.

Envidia la naturalidad con la que en Estados Unidos se asume el poder vivir de las redes. «Aquí se sigue viendo mal pese a que hay contenidos muy valiosos. Yo subo un vídeo, Youtube le añade un anuncio y si lo ve mucha gente, yo cobro una parte», resume el modelo de negocio. Llegó la pandemia y pasó de 20.000 seguidores a 250.000. La gente quería hacer cosas, conocer, porque muchos no habían visto una planta de tomates en su vida, «por eso quieren consumirlos todo el año, aunque los hayan convertido en una masa con agua que no sabe», dice con intención de incentivar volver a aprender del campo.

Álbum familiar

En detalle

Primer trabajo: «Revisando encuestas para ver si las proporcionadas por los encuestadores eran falsas o verdaderas. Yo tiraba abajo las trampas».

Causa a la que se entregaría: «Me marcó el voluntariado del Prestige. He empezado a dar charlas a colectivos, a divulgar y divertir con los cultivos. Ir a colegios a enseñar a cultivar».