Movida

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland LA BUJÍA

VIGO CIUDAD

29 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya no hay crápulas. Vigo se ha quedado sin ellos. El noctámbulo empedernido, una especie antes endémica en la ciudad, está prácticamente extinguido. Año tras año, con el cierre de bares y la ordenanza de horarios, la población de trasnochadores ha ido decayendo hasta el punto de que, actualmente, apenas pueden encontrarse algunos raros ejemplares en tugurios recónditos. Esperemos que Antón Lois y Amigos da Terra tomen cartas en el asunto.

Porque, en efecto, ya no hay crápulas. A las dos de la mañana, de domingo a jueves, es difícil en Vigo encontrar un local donde tomar una copa. Y esto no había ocurrido nunca.

Como la Nueva York de Sinatra, Vigo presume de ser la ciudad que nunca duerme. Y, en efecto, lo es para trabajar, porque miles de vigueses se desloman de madrugada en el puerto o en Citroën. Al igual que es posible comer de plato en más de veinte locales distintos, en varios barrios, durante las 24 horas. Lo que es la prueba de que vivimos en la única gran ciudad de Galicia.

Pero, en lo que atañe a copas, que es que interesa al crápula, el asunto hace tiempo que entró en franca decadencia para instalarse en la absoluta extinción. No hay nada abierto hasta el fin de semana. Lo cual les parecería inconcebible hasta a nuestros abuelos, que frecuentaban los cabarés Español y Fontoria, para beber coñac y solazarse con danzas orientales a cargo de señoritas que se presentaban como bailarinas artísticas. A este paso, vamos a terminar volviendo al Quiosco das Almas Perdidas y a los cocidos del Bayona. Porque no hay bares. Ni crápulas. Ni rastro de aquella movida que ya solo queda en el territorio de la leyenda.