El paseo de Bouzas se empeña en volcarse al mar

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

M.MORALEJO

Las nuevas infraestructuras al borde del litoral demuestran que entre el océano y el ladrillo, gana el primero

19 mar 2024 . Actualizado a las 00:51 h.

A veces nos cuesta aprender una lección biofísica aparentemente simple: en un conflicto entre el mar y el ladrillo, las victorias del ladrillo tienden a ser pírricas y efímeras pues al final el mar acaba ganando. El tiempo y la perseverancia juegan a su favor. Hace poco más de dos años se inauguraba el nuevo paseo de Bouzas y la hiperbólicas frase del alcalde cuando en noviembre de 2021 ponía la primera piedra del prodigio ? el nuevo paseo serviría para «volcar la ciudad a la playa» ? resultó premonitoria.

Pocos meses después de su inauguración efectivamente algo se volcaba hacia la playa, pero era el propio paseo. Las gradas de hormigón no soportaron ni el primer temporal y varios escalones terminaron tirados sobre el arenal. Esta semana el mar continuaba volcando el paseo de nuevo. Mucho antes de que se empezara a construir con sus gradas «estilo playa fluvial del río Sena» (que sustituyó al paseo voladizo de madera, que a su vez se levantó sobre la escollera artificial que, a su vez, se levantó sobre la playa) la evidencia científica sobre los impactos de la emergencia climática en nuestra ría ya advertían que cualquier decisión política sobre nuevas infraestructuras en el litoral debería tener como objetivo retirar, en la medida de lo posible, las ya existentes. Y, de resultar imprescindible mantenerlas al borde del mar, retranquearlas tierra adentro también todo lo posible.

Construir nuevas infraestructuras al borde del mar era mala idea. ¿Por qué se planteaba esta estrategia de actuación? Pues por simple principio de precaución para evitar que el mar se llevase por delante lo construido tomando como base el aumento exponencial del nivel del mar (unos 2,5 centímetros por década) y el aumento en la frecuencia y duración de los fenómenos meteorológicos extremos. Traducido al caso que nos ocupa: exactamente lo que acaba de suceder por segunda vez con el paseo de Bouzas. 

Una vez aclarado que era previsible, y por lo tanto se podía prever, podríamos pensar que al menos hemos aprendido la lección pero persistimos en los errores. Aunque aparcados en mayor o menor medida siguen vigentes los proyectos de construir un dique en la playa de A Punta, en Teis y aportar arena de nuevo por si el fiasco del 2010 aportando arena del Miño que ni siquiera llegó al invierno (y del que seguimos deseando saber si contaba con el preceptivo estudio de impacto ambiental) no fuera experiencia suficiente. 

Sigue también pendiente aquel «inmenso parque acuático» a instalar en Samil y del que se decía, en 2021, que Costas autorizaría de forma inminente (y esperemos que siga sin hacerlo). 

Más recientes son los proyectos de crear una escollera y aportar arena a la playa de Baluarte, en O Vao y hay algo de ironía administrativa en que se califique este proyecto como de «bajo impacto» en su presentación. 

Será similar al proyecto de aportar arena también a la playa de Canido, que a su vez se sumará a la primera fase del que eufemísticamente se llama «plan de regeneración del ecosistema dunar de Samil» que como ya hemos comentado en la práctica tiene de todo, excepto de lo que implica su denominación. Y no olvidamos los «portos do solpor» que promueve la autoridad portuaria. Vigo hace muy poco por mitigar el cambio climático, más bien todo lo contario, y el mar solo nos está advirtiendo de lo que va a pasar. En esta carrera irracional por ver quién gana: si un alcalde tirando arena y construyendo nuevas infraestructuras en el litoral o el océano llevándoselas se admiten apuestas. La nuestra es que ganará el mar. Ya lo está haciendo.