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Lucía Martínez, alumna de Veterinaria que irá con una beca a Estados Unidos: «Sin veterinarios no podríamos comer»

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS LUGO / LA VOZ

GANADERÍA

Lucía Martínez pasará dos meses en Estados Unidos
Lucía Martínez pasará dos meses en Estados Unidos ALBERTO LÓPEZ

Pasará dos meses en Estados Unidos, con una beca de la Fundación Barrié, y dice que la universidad le ha enseñado a ver el campo

25 abr 2024 . Actualizado a las 10:00 h.

Lucía Martínez (Vigo, 1999) está acabando la carrera en la Facultade de Veterinaria de Lugo (USC) y cerca de iniciar una experiencia de la que habla con gran ilusión. Pasará dos meses de verano en la Universidad de Míchigan (Estados Unidos) gracias a una beca de la Fundación Barrié. Es la primera vez que alguien de esa carrera logra una ayuda de esa entidad dentro del programa de apoyo a estancias internacionales para estudiantes gallegos. Si la estancia le supone un estímulo por lo que podrá aprender y conocer, los años pasados en el Campus Terra también parecen haber representado una experiencia de acercamiento al medio rural: «La universidad me ha enseñado a ver el campo, por supuesto», dice. La beca con la que irá a Míchigan le permitirá conocer cuestiones relacionadas con el ganado vacuno de leche, aunque confía en que le acerque otros aspectos.

-¿Se conoce bien la profesión de veterinario?

-No. Hay que enseñar a la gente que es muy importante. Pensemos, por ejemplo, en la inspección alimentaria: sin veterinarios no podríamos comer. El veterinario da seguridad, y es algo que la gente no sabe.

-¿Quién o quiénes son los responsables de esa situación? ¿Cuál es la causa?

-En primer lugar, el desconocimiento de la población, quizá por desinterés. La gente no se para a pensar que eso tiene que ver con la seguridad alimentaria, en la gente que nos garantiza que nuestra comida es segura. También puede ser responsabilidad de los veterinarios, por no haber divulgado el trabajo.

-Se habla últimamente del poco interés de los nuevos profesionales por el trabajo de campo, por la parte más apegada a la ganadería en el medio rural. ¿A qué puede deberse, en su opinión?

-Creo que se debe a la despoblación del medio rural y a la comodidad. El trabajo en el campo requiere muchas horas de coche porque las explotaciones están lejos.

-¿No puede ser eso un problema?

-Aún no lo es, pero puede llegar a serlo. La producción animal es la base de muchos alimentos, no sé qué va a pasar con eso.

-¿Hay falta de conocimiento social?

-Las condiciones de trabajo no son las mismas. En una clínica veterinaria estás en un recinto cubierto y en apenas diez minutos llegas a tu trabajo. La tendencia hoy va a que el veterinario sea especialista de algo; la gente demanda especialidades. Son corrientes: antes todo el mundo quería producción animal, y ahora todo el mundo quiere clínica; pero hay mucho más. 

-¿Le ha servido la carrera para conocer más el campo?

-Sí. Antes de la carrera, quizá no había visto más de dos vacas en mi vida. Descubrí el mundo de la producción animal.

-¿Hay tal vez demasiada distancia entre el campo y la ciudad?

-Hay conocimientos muy diferentes. Soy de Vigo, que no es una ciudad tan grande como Madrid o Barcelona. En una ciudad puedes tener, por ejemplo, conocimiento del transporte. En el campo hay más conocimiento de animales del que yo tenía antes de empezar la carrera.

«El laboratorio me gusta, pero quiero algo más»

Lucía Martínez forma parte de tres asociaciones. Gueca (Grupo Universitario de Etología Clínica Aplicada) se interesa por la conducta animal, Aenda-Avafes se ocupa del manejo y del cuidado de animales que no son domésticos y el aula de porcino se centra en cuestiones de producción animal. Mientras tanto,  eligió para las prácticas Ovapiscis, empresa con sede en Baleira cuya principal actividad es la producción de huevos embrionados de trucha arco iris. «Me gustó un montón», afirma sobre la experiencia.

De todos modos, por ahora no se atreve a asegurar si su trabajo se orientará a un laboratorio, a la docencia o a la producción animal. Sí dice estar «muy contenta, la verdad», por haber conseguido la beca, ya que admite haber elegido la carrera por vocación. «Cuando terminé el bachillerato, no sabía qué hacer. Hice un ciclo, técnico superior en Anatomía Patológica y Citodiagnóstico, en el Centro de Estudios Superiores Aloya [de Vigo], y allí descubrí que me gustaba mucho la ciencia». Las prácticas, que realizó en Santiago, ayudaron a ratificar esa impresión, aunque ella también hizo una reflexión: «Allí me dije: "El laboratorio me gusta, pero quiero algo más"».

El balance de os estudios es muy satisfactorio: «Me encanta la carrera», afirma. Confiesa que le gustó el trabajo con animales, pero también las cuestiones relacionadas con la inspección y con la investigación.