Los recuerdos de los «inmaculaders» caldean el reencuentro en Santiago por el centenario de su colegio

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Carreira, Fernández, Vázquez y García compartieron sus anécdotas personales en RadioVoz.
Carreira, Fernández, Vázquez y García compartieron sus anécdotas personales en RadioVoz. Sandra Alonso

Exalumnos de La Inmaculada están detrás de la comida de confraternidad que tendrá lugar el día 4 en el patio cubierto del recinto escolar

18 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Es, probablemente, el centro educativo de Santiago que más nombres recibe: La Inmaculada, La Salle de abajo, Los Hermanos, Escuelas Cristinas o la universidad de los pobres. La gran familia formada en este colegio lasaliano, los inmaculaders (que dirían ahora los millennials y centennials en su peculiar derivación lingüística), se han dejado embargar por la ilusión y no han querido esperar a la conmemoración institucional del centenario de su colegio, inaugurado un 24 de octubre de 1924. Ellos han anticipado el reencuentro de los antiguos alumnos al próximo mes y el día 4 de mayo, a partir de las 13 horas, celebrarán una misa y comida de confraternidad. El menú consistirá en pulpo y carne ao caldeiro, acompañado con toda seguridad de cientos de recuerdos y anécdotas de su paso por aquellas aulas, los mismos que caldean estos días tan esperada reunión, abierta a todo el mundo, incluido también el personal docente o no docente que pasó en algún momento por este centro, así como los que en su día ocuparon un pupitre junto a su familia o acompañantes.

Así lo explicaron varios miembros de la organización en el estudio de RadioVoz de Salgueiriños de Arriba: los exalumnos Quico Fernández, José Luis Vázquez o Carreira, acompañados por el exdirector Jorge García. Ellos rememoran los años en los que el colegio aún no tenía calefacción y había frecuencias de buses cada dos horas para llegar, por lo que era habitual que pasasen la mañana o la tarde entera mojados si les caía el chaparrón encima de camino. Una de las grandes atracciones del recorrido era el ascensor que tenía un edificio de la calle Doutor Teixeiro, cuenta Quico: «Era el único que había en la ciudad y lo teníamos machacado. Un día se quedó atascado de tanto mandarlo para arriba y para abajo». Reconoce que él era de los que juntaba para hacer los deberes y resolver los problemas antes de entrar a clase en las escaleras de mármol blanco del sanatorio para mujeres que había frente a los garajes de Castromil.

Jorge saca a relucir la figura del canónigo Juan José Cebrián, capellán de la escuela y también uno de sus exalumnos, y cómo este historiador dedicó gran parte de su vida a la investigación del Apóstol. De La Inmaculada salieron doctores, eminencias en distintas disciplinas científicas y artísticas, y hasta un deportista que llegó a la selección española: «El jugador de baloncesto Ricardo Aldrey empezó a botar el balón allí, con 5 o 6 añitos». «Fue un colegio que nos marcó a muchos compostelanos», resume José Luis. Él recuerda bien los boletines semanales de notas, que tenían que entregar firmados cada lunes, y al hermano Mariano. «Las empresas hablaban con él para solicitarle un aprendiz y colocaba a los alumnos dependiendo de las características que tuviera cada uno: el que era bueno en números iba para una oficina y el que tenía labia de vendedor», explican.

La caja de las anécdotas y recuerdos está ya abierta y el primer sábado de mayo se abrirá paso como un géiser en el patio cubierto del recinto escolar. Para participar en el encuentro y comida es necesario confirmar la asistencia cuanto antes (a través de los números 606 684 946 o 657 385 326). El precio es de 35 euros y la retirada de tiques se realizará en la secretaría de La Inmaculada (de lunes a jueves, de 8.30 a 13.00 o de 15.30 a 18.00 horas; y los viernes entre las 8.30 y las 14.00).