Del lodo y el fango

OPINIÓN

Roberto Plaza | EUROPAPRESS

12 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lodo era una vieja canción interpretada por los Panchos que se hizo muy popular por su estribillo: «Si tú me dices: “Ven”» y una de sus estrofas decía «no detengas el momento por las indecisiones» que, aunque resulten falaces y duren cinco días, siempre suenan a estrategia preconcebida.

 La teoría y práctica de la llamada máquina del fango, como si fuera un artilugio similar a la máquina de hacer churros o uno de los grandes inventos del TBO que firmaba Franz de Copenhague, resulta hoy, como el lodo, un concepto anacrónico. Y más casposo resulta quien mueve el manubrio de la máquina del fango, quien diseña la caza de brujas, quien cataloga a los buenos periodistas y, sin contestar a preguntas en las inexistentes ruedas de prensa gubernamentales, arroja a los infiernos exteriores a los informadores críticos, que crean opinión desde su independencia. Hemos vuelto a tener muy cerca la máquina del tiempo en que nos habíamos visto obligados a leer entre líneas, a interpretar en una segunda lectura, las noticias, y a escuchar radio Pirenaica, y los viejos chistes ácidos del franquismo. Pero, queridos corifeos, estamos de las consignas que distribuye la Moncloa viviendo en una democracia avanzada, sin freno ni marcha atrás, que nos permite llamar pan al pan, vino al vino, y no evitar la sospecha de que la mujer del César no solo tiene que ser honesta, sino que debe parecerlo.

Fango, además de un insulto infantil y gratuito, es una incorrección dialéctica que llega hasta aquí emulando al viejo partido asambleario que iba a alcanzar los cielos políticos, y ya es casi extraparlamentario. Podemos tiene la patente del fango, de la casta, y de los poderosos, que usó y abusó en su propaganda. Ahora lo recuperó el argumentario socialista para fijar los límites de lo que llaman fachoesfera. Pero la libertad tiene otras coordenadas, que rompen los silencios e impiden que comulguemos con ruedas de molino.

Por ahora evitaron otros seudónimos de fango y lodo y no utilizaron ni cieno, ni limo, ni lama, ni barro. La corrala cervantina en que se ha convertido la política española que decreta amnistías y persigue a jueces y periodistas en las soflamas del poder, asumió el perfil barriobajero de falabaratos de  A esmorga de Blanco Amor entreverados con esperpentos valleinclanescos y algo del Yo acuso de Zola. Fango o tango como el primitivo de corte clásico que le dedicó el ministro Puente a Milei, que ruborizó al universo en ambas orillas. Pero, como diría Kiping, eso es otra historia.