«El principito»

Cristina Gufé
Cristina Gufé EN VIVO

OPINIÓN

LUIS GANDARILLAS | EFE

24 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El principito, narración con apariencia de libro infantil aunque de interpretación compleja, escrita por el aviador francés Antoine de Saint Exupéry, es uno de los libros más editados y traducidos del mundo —junto con la Biblia, Don Quijote de la Mancha o el Diario de Ana Frank, entre otros—.

Si nos preguntamos cuál ha podido ser el secreto del éxito podemos aventurarnos a afirmar que es su magia, junto con la determinación del autor para permitirnos avanzar sobre el texto sin temor a que resulte inverosímil. Crea un personaje que no parece de este mundo. En literatura esta podría ser la clave: adentrarse en universos que rondan lo inaccesible, así fue capaz de llevarnos a ese tiempo anterior en el que estábamos obligados a compartir con los adultos un abismo que nos separaba. «Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial… os preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solo entonces creen conocerle».

En El principito se halla contenida una crítica al afán de dominio, la vanidad, la avaricia, etcétera, y una exaltación de valores como la ternura, la imaginación o la creatividad presentes en la infancia y que pueden verse mermados al alejarnos de ella. Lo que vivimos en el planeta Tierra lo miramos ahora con distancia. La multiplicidad confusa de los seres —sean estos corderos, rosas o zorros—, resultará diluida una vez que hayamos traído al primer plano a uno de ellos, que se convertirá en el único si estamos dispuestos a favorecerlos con el trato que irá creando lazos firmes. Se expresa también el carácter efímero de lo que nos rodea; la rosa de la narración solo tiene cuatro espinas, y con esa frágil defensa ha de hacerle frente a la realidad circundante. El autor logra un simbolismo que permite que nos sintamos reflejados en lo más puro que habita en nosotros mientras se muestran las incongruencias de los adultos: «Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores».

El principito ha entrado en los corazones. Se dice: «Lo esencial es invisible a los ojos» o «…si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres». La pequeñez del planeta queda de manifiesto frente a la originalidad de un personaje capaz de mostrar el valor de la atención contenida en la amistad.

El libro se publicó en Nueva York en 1943 —en español apareció en Argentina en 1951—, la editorial francesa Gallimard no lo incluyó en su sello hasta 1946, dos años después de que su autor hubiera desaparecido, quien, al igual que El principito, había venido a dar un paseo por la Tierra a la que contemplaba lejana desde su avión.