Ni capricho ministerial, ni fantasía sindical

Daniel Ordás
Daniel Ordás FIRMA INVITADA

OPINIÓN

22 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El pasado domingo fue uno de estos cuatro domingos al año en los que los ciudadanos suizos ejercen su derecho, como adultos razonables y responsables, de gestionar la política de su país. En los últimos meses en España se discute mucho el tema de la democracia directa, la participación ciudadana y el control democrático. Los que luchan contra estas ideas en general suelen decir que es demasiado complicado y que costaría demasiado. Suiza demuestra que con 4 o 6 domingos al año basta y sobra para celebrar todas las votaciones populares que los ciudadanos consideren oportunas. Entre las cuatro votaciones federales de este pasado domingo destacaron a nivel internacional sobre todo el referendo sobre la compra de 22 aviones de combate para el Ejército del aire y la iniciativa popular para la introducción de un salario mínimo de 4.000 francos (3.200 euros).

A algunos les sorprende que se pueda votar sobre cosas tan dispares como el salario mínimo y la compra de cazas y, sobre todo, sorprende el resultado. Los suizos hemos decidido que no es necesario gastar 3.200 millones en 22 cazas Gripen E de la empresa sueca Saab y que no es posible introducir un salario mínimo de 4.000 francos para todas las profesiones y en todas las regiones de Suiza.

En el caso de los aviones era la derecha la que quería comprar 22 Gripen para sustituir los 54 F-5 Tiger. La mayoría de los suizos consideramos que con los 32 F/A-18 que fueron puestos al día en los últimos tres años es más que suficiente para defender el espacio aéreo suizo de los ataques posibles y previsibles. Además, el ministro de Defensa, Ueli Maurer, no nos ha convencido de que el Gripen E sea el modelo ideal para complementar la flota de F/A-18. Había ofertas más caras pero técnicamente mejores, había ofertas de Eurofighter de segunda mano mucho más baratos que rinden todas las condiciones y, sobre todo, a Brasil los suecos le hubieran vendido los mismos Gripen E a un precio mucho más económico. Además, los Gripen E solo existen sobre el papel y en ordenadores, en los meses y años de desarrollo que faltan, los gastos se podrían haber disparado y luego nos habrían intentado explicar que, aunque cueste más, no hay vuelta atrás. Por estas razones, los ciudadanos han decidido no invertir su dinero en este capricho del ministro de Defensa y de algunos militares. Por supuesto que los que defendían la compra tenían también argumentos excelentes y por eso el resultado -con un 53,4 % de noes contra un 46,6 % de síes- fue bastante reñido. Los argumentos de quienes defendían la compra de los Gripen E eran básicamente que el peligro de una guerra sigue existiendo (véase Ucrania o la inestabilidad general en Europa), que la flota de F-5 Tiger es viejísima y hay que sustituirla o simplemente desguazarlos, que los Gripen E serían una solución ultramoderna (porque aún están en fase de desarrollo) y que el día que haya que sustituir también los F/A-18 (en el 2025-2030) Suiza se quedaría sin protección aérea. Ambos bandos tenían argumentos buenos y, al final, es una evaluación personal la que hace que uno se decante por el sí o el no.

La iniciativa popular de los sindicatos para introducir un salario mínimo de 4.000 francos toca un tema muy sensible, ya que es cierto que hay gente en Suiza que con un sueldo completo de un trabajo al 100 % no llega o llega mal a fin de mes. El fenómeno de los working poors (gente que, a pesar de tener un empleo fijo a tiempo completo, está al margen económico de la sociedad) es un problema real en muchos países y también en Suiza. Los argumentos en contra de este salario mínimo, que acabaron convenciendo al 76,3 % de los suizos, fueron básicamente que no es posible pagar el mismo salario mínimo en todas las regiones, ya que el coste de la vida no es igual, ni mucho menos, en Zúrich o Ginebra que en Jura o Tesino. Además, no en todos los ramos se puede aplicar el mismo salario mínimo, ya que esto haría desaparecer las industrias que tienen mano de obra de bajo perfil. Por otro lado preocupaba que un salario mínimo «astronómico» a nivel comparativo europeo fuera un imán para la inmigración y fomentase el trabajo en negro, ya que millones de europeos estarían dispuestos a trabajar por mucho menos que eso. Los que apoyaban la iniciativa contrarrestaban que en un país tan rico tiene que ser posible que los que menos ganen tengan un salario que les permita participar en la sociedad de consumo a un nivel que les dé un mínimo margen de maniobra. Al final solo el 23,7 % de los suizos dijeron que sí a esta iniciativa popular, pero el debate previo y la sensibilización de la sociedad hicieron que ya antes de la votación la mayoría de las empresas del sector salarial bajo aumentaran considerablemente los sueldos y que en los acuerdos gremiales de varios cantones se pactaran entre los agentes sociales acuerdos más altos. De este modo los sindicatos, a pesar de haber perdido la votación, han ganado parcialmente.

El domingo se ha demostrado que la democracia directa es un ejercicio de responsabilidad, no es ni de derechas ni de izquierdas, y por lo tanto permite compromisos y acuerdos a largo plazo que no están expuestos al vaivén de las mayorías absolutas cada cuatro años. De esta forma se hace una política consensuada y estable.

¿Saben ustedes quién compro los últimos aviones del Ejército español? ¿Cuánto costaron? ¿Hacían falta? ¿Hubo sobres? ¿Quién lo controló? ¿Había alternativas? ¿Quién decide el salario mínimo en España? ¿Es un tema que puede depender de los caprichos ideológicos de mayorías cambiantes cada cuatro años? ¿Es algo que se puede decidir a espaldas de la sociedad, de los sindicatos, de los empresarios?

¿Hay algún diputado o senador en España o en Suiza que sepa mejor que usted, que yo, que su vecino o mi cuñado si debemos gastar/invertir en nuevos aviones o decretar un salario mínimo?

Daniel Ordás es abogado.