Alba Legaspi, veterinaria rural en A Fonsagrada: «Non hai día que traballe menos de 12 horas»

M. Guntín / M. Fernández A FONSAGRADA / LA VOZ

A FONSAGRADA

Alba Legaspi es veterinaria en A Fonsagrada
Alba Legaspi es veterinaria en A Fonsagrada MANUEL

Llega hasta otros concellos limítrofes los siete días de la semana y las 24 horas: «Se non os atendo, morren»

06 abr 2024 . Actualizado a las 10:59 h.

Desde que era solo una niña, Alba Legaspi tenía claro que su futuro pasaría por curar y salvar animales. Después de estudiar Veterinaria en Lugo, Alba llegó a Fonsagrada hace ocho años, y sus planes eran estar solo tres meses. Sin embargo, ahora tiene que presumir de ser una fonsagradina más. «A condición que puxen para vir era que fosen esos meses, e ao final xa ves», confiesa.

Ahora, su vida transita por las casas de la gente y siempre entre animales. La rutina no es madrugadora y empieza pasadas las nueve de la mañana, pero Alba nunca sabe con certeza a qué hora terminará su jornada laboral. «Aquí trabállanse os sete días da semana e as 24 horas do día porque tamén atendemos urxencias, partos...», precisa. Por sus manos pasan vacas, pero también ovejas, perros o gatos y sin ella, muchos animales morirían.

La primavera es la época más dura para la veterinaria y, cuenta, son tres meses difíciles en los que se concentra mucho trabajo: «O ano pasado estiven 33 noites seguidas levantándome para atender partos», asegura.

Alba trabaja a domicilio y más allá de las vacas, que son su animal favorito, también opera perros y gatos, a los que les proporciona los cuidados necesarios. Por ejemplo, habla de los canes de caza que resultan heridos por animales salvajes los fines de semana: «Se non os atendo, morren», sentencia.

Alba Legaspi, veterinaria en A Fonsagrada
Alba Legaspi, veterinaria en A Fonsagrada MANUEL

Se buscan veterinarios rurales

La lucense trabaja en A Fonsagrada junto a otro compañero, pero muchas veces el trabajo desborda y hace que sus jornadas sean maratonianas: «O problema é que cada vez hai menos veterinarios no rural e que saiban de grandes animais». Intentaron atraer gente, según explica, pero fue una tarea imposible: «Non atopamos a ninguén que saiba facer cesáreas nin tampouco que queira traballar as fines de semana e de noite. Eu non hai día que traballe menos de 12 horas», asegura. Sin embargo, Alba dice que no le importa porque el trato con la gente «é moi pero que moi bo» y dice que los animales son el gran motor de su vida.

El trabajo de esta veterinaria traspasa las fronteras fonsagradinas y llega a otros lugares como Ribeira de Piquín, Ibias o incluso Grandas de Salime, ya en Asturias. «A situación aínda vai empeorar máis porque hai moitos veterinarios que traballan nos pobos e que están a piques de xubilarse; isto vai meter medo». Legaspi también reivindica la figura de los veterinarios rurales con orgullo y anticipa un futuro difícil en zonas de montaña como las de A Fonsagrada: «Eu aquí soa non vou quedar porque non podería descansar nunca e aínda así, tampouco conseguiría salvar a todos os animais. Se a cousa sigue como ata o de agora eu creo que volveremos aos tempos de antes e que as vacas volverán morrer parindo».

Por el momento, Alba resiste como una de las veterinarias más jóvenes del rural y habla también de los riesgos que entraña su profesión: «Eu xa estiven na uci porque caín nunha manga e rompín os dentes porque din coa cara no ferro», cuenta.

Bienestar animal

Los ocho años que lleva esta lucense en A Fonsagrada también le han servido para ver cómo ha evolucionado el bienestar animal y la preocupación de los dueños: «Agora a xente está máis concienciada, pero aínda hai persoas que non queren castrar, polo custe que implica. Por iso moitos, á hora de elixir un can, prefiren machos, a pesar de que as femias son máis tranquilas en xeral», asegura. Alba recalca, a pesar de todo, un cambio de mentalidad y dice que ahora es difícil encontrar perros sin el microchip obligatorio por ley, algo arduo de imaginar hace unas décadas.

A pesar de las dificultades y del sacrificio de la profesión, esta lucense dice muy alto que su mayor ilusión es poder salvar la vida de los animales y por eso también admite que, si no está con ellos, los echa en falta: «Collín vacacións por primeira vez en oito anos e funme lonxe. A verdade é que alí botaba de menos a miña rutina aquí», concluye.