Cristina Montero, un expediente brillante en el doble grado de Magisterio con TDAH y dislexia: «La gente con mi diagnóstico podría llegar mucho más lejos con la ayuda necesaria»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOAN A. SOLER

«La vida me ha cambiado totalmente del bachillerato a la universidad», cuenta feliz esta joven compostelana de 19 años

14 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cristina Montero Macías es un claro ejemplo de tesón, constancia e ilusión. A esta joven compostelana de 19 años le diagnosticaron en primaria TDAH [Trastorno por déficit de atención e hiperactividad] y dislexia. Fue su tutora quien ya por aquel entonces percibió que el esfuerzo que ponía en las actividades y en los trabajos de clase no se correspondía con el rendimiento y los resultados que obtenía. Algo no encajaba y la respuesta vino de un especialista en neurología. Ni por asomo se rindió. La medicación fue fundamental y también el apoyo escolar, pero tal y como cuenta Cristina, «si mi familia no hubiera estado ahí para ayudarme por las tardes con los deberes, para entender lo que tenía que estudiar y para tomarme la lección, no hubiera llegado a donde estoy».

Cursa segundo del doble grado de Mestre en Educación Infantil y Mestre en Educación Primaria en la Universidade de Santiago. Logró un 12,72 en selectividad y admite que en la carrera mantiene la misma senda, «la verdad es que me va muy bien, súper bien». Lograr estos resultados no es fácil. La medicación supuso una gran ayuda pero concentrarse en la lectura, por ejemplo, le resulta tremendamente complicado, «comprender un texto para mí es horrible, si me mandan un correo aunque lo lea cinco veces me quedo con la mitad». Y sin embargo tiene un expediente brillante, «son muchas horas, voy muchísimo a la biblioteca», dice sonriendo.

Su caso es un ejemplo de lo que se puede lograr con las herramientas precisas, «creo que la gente con mi diagnóstico podría llegar mucho más lejos si realmente recibiera la ayuda que necesita». La elección de la carrera, además, tiene mucho que ver con su diagnóstico, «creo que se pueden hacer muchos cambios en el sistema educativo y que una persona que pasó por esto puede aportar bastante al saber qué es lo que hay que mejorar y cómo ayudar». Llegar a la universidad está siendo una experiencia muy positiva, «mi vida ha cambiado totalmente de bachillerato a la universidad». Por un lado estudia lo que realmente quiere, y cambiar de ambiente y empezar de cero ha sido enriquecedor. No ha tenido ningún problema para lograr las adaptaciones necesarias —simplemente necesita más tiempo en los exámenes— y en general encuentra mucho compañerismo en los otros alumnos, «en los trabajos mis compañeras me ayudan bastante, al final es lo que necesito, que sepan mi situación y estén ahí», explica.

La selectividad no fue un camino de rosas. Con más tiempo para los exámenes, se enteraba de los horarios con apenas margen para organizarse y a sus problemas de concentración se sumaba, «gente entrando y saliendo, hablando, fue muy complicado, un caos», admite.

Su padre llevó su caso a la Valedora porque sus necesidades educativas especiales no cuentan con una normativa clara en el acceso a la universidad. De hecho, en su respuesta, María Dolores Fernández Galiño insta a la Consellería de Educación a establecer criterios «que permitan coordinar o sistema de acceso ás universidades do SUG en relación ao procedemento ao que deben acollerse os estudantes con necesidades educativas especiais permanentes asociadas a circunstancias persoais de discapacidade que durante a súa escolarización anterior precisaron de recursos e apoios, para acreditar estas circunstancias de discapacidade a fin de acceder á universidade pola correspondente cota de reserva».

En su futuro Cristina se ve investigando en el ámbito de la atención a la diversidad, «aunque sí me gustaría estar unos años como docente», añade. Porque aunque los profesionales de la educación conocen la teoría queda para esta joven mucho camino por recorrer, «en general creo que los docentes no tienen la formación suficiente en este campo y no saben con qué personas tratan, conocen la ‘etiqueta' pero no lo que pasa exactamente».