Amar tu fracaso

Mercedes Corbillón

FUGAS

Mercedes Corbillón presenta en A Coruña (Moito Conto) su novela «La belleza debe morir».
Mercedes Corbillón presenta en A Coruña (Moito Conto) su novela «La belleza debe morir». XOÁN REY | EFE

12 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Un abril de hace quince años nació mi Cronopios y el pasado abril vio la luz mi novela, esa que hablaba de un enamoramiento surgido en otro abril. Utilizo el tiempo pasado porque la novela está muerta, no ha tenido suficiente oxígeno para cumplir el año. Su último estertor me llegó el otro día en forma de mensaje de un lector de Palencia. Me pareció hermoso ese final bajo el cielo prístino de la Tierra de Campos para mi historia y sus protagonistas, tan acostumbrados a la lluvia, a las sombras, a las tormentas y a que nadie los entienda, quizás porque es imposible entender a quien no se entiende a sí mismo.

Mis amantes tienen un en las tripas, un no en la cabeza y una duda en el corazón. En los clubes de lectura que tuvieron a bien invitarme, pude comprobar cómo esa contradicción provoca rechazo, desconcierto, incomprensión. He visto desplegada mi torpeza en los rostros amables que, a pesar de su disimulo cortés, no encontraban el sentido en el cuento, que no tiene moraleja ni coherencia ni educación. La pasión no es educada, dice Jeanette Winterson en esa novela inmensa que es Escrito en el cuerpo. El cuerpo tampoco es educado, tiende a lo soez y a la descomposición, como la propia pasión. También he captado el brillo en los ojos de la minoría a la que pude alcanzar y con la que me une un hilo rojo, supongo que de sangre o de lágrimas o de erotismo insatisfecho, qué sé yo.

Suena absurdo, y seguramente lo es, pero adoro ese fracaso, porque es mío y porque la pasión siempre lo es, condenada a convertirse en algo serio o en algo inútil. Algunas tendemos a lo inútil irremediablemente y pocas cosas más inútiles que escribir historias que no interesan a nadie o dibujar palabras en la arena o amar a alguien sin atreverse a cruzar océanos de tiempo, que es cansado y un poquito cursi, aunque lo diga el Drácula de Bram Stoker. Solo un vampiro de mil años es capaz de mantener el tipo en ciertas situaciones, el resto tendemos a la vulgaridad. Eso se me ocurrió decirle a mi lector de Palencia, que me dejó en visto sin hablarme nunca más. En los tiempos que corren, esa es la forma más propicia para escenificar un final.