Francisco Lorenzo: «Santiago tiene un simbolismo especial en la novela»

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El escritor compostelano Francisco Lorenzo, en la presentación de «El Manipulador» en Santiago
El escritor compostelano Francisco Lorenzo, en la presentación de «El Manipulador» en Santiago Sandra Alonso

La capital se convierte en epicentro del misterio en «El manipulador», un thriller psicológico lleno de enigmas que resolver y juegos mentales

01 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Imitando la portada de uno de los bestsellers de novela negra del momento, aparece en Santiago un curioso cadáver. A su lado, el anillo de compromiso que el inspector Yoel Garza le había entregado a su prometida y que llevaba un tiempo perdido. Él no ha sido, ¿entonces quién? Da comienzo así el juego del gato y el ratón entre el obsesivo y perfeccionista policía y un asesino en serie con sed de venganza.

Así se presenta El manipulador (Roca Editorial), el debut literario del compostelano Francisco Lorenzo, que compagina su trabajo como especialista en test psicotécnicos en una academia de oposiciones con su pasión por los acertijos y los juegos de mesa. Ahora, se atreve con una novela llena también de misterios que resolver.

—Eres un gran aficionado a los juegos de lógica, ¿no?

—Sí, desde pequeño. No desde que tengo uso de razón, pero casi. Siempre me llevaba libros de acertijos de viaje, a la playa… a todos lados. Es algo que siempre me ha gustado y que se ha mantenido a lo largo de los años. Ahora trabajo como especialista en psicotécnicos en una academia de oposiciones e intento ayudar a los alumnos a resolver esos ejercicios de lógica que me gustan desde pequeño.

—Además de ser profesor, has diseñado juegos de mesa. ¿Cómo llegaste a ese mundo?

—Cuando descubrí los juegos de mesa, especialmente de los de tipo escape room, me di cuenta de que en una partida te puedes encontrar fácilmente uno de los ejercicios de lógica que veo en clase con los alumnos que preparan los exámenes para Guardia Civil, para Policía… No dejan de ser acertijos.

—¿Crees que hay algo en común entre diseñar un juego de mesa y escribir una novela como esta?

—La serie de IQ Files, que son tres juegos, tiene un gran componente narrativo. En una ambientación distópica, los jugadores tienen que pasar una serie de pruebas, de salas, de trampas mortales... todo para sobrevivir. Aunque no es como una novela, sí que hay una historia que va uniendo los distintos acertijos y fases del juego.

—¿Te ayudó esa experiencia previa a la hora de escribir?

—El proceso es bastante distinto, pero es cierto que lo que me interesa en ambos casos es sorprender, ya sea al jugador o al lector. Para el juego tengo que pensar acertijos que no se hayan visto nunca. En la novela intento, además de que sea entretenida, que haya giros que el lector no se espera. He intentado crear una historia que le pudiese dar al lector lo que a mí me gusta recibir en las novelas, en las series, en los juegos... que me sorprenda.

—¿Cómo definirías esta historia? ¿Es un thriller, novela policial, es suspense...?

—Para mí es un duelo psicológico entre Yoel y el asesino, donde uno tiene que anticiparse a los movimientos del otro y se van tendiendo trampas entre sí a ver quién cae.

—¿Por qué nos atrae tanto este género?

—Por un lado, porque nos interesa la conducta de las personas ante ciertas situaciones y, por el otro, por la sucesión continua de interrogantes. El primer capítulo de esta novela empieza con una imagen extraña: un hombre con un guante de látex metiendo un pintalabios debajo de una nevera. Esto puede intrigar al lector, pero llega un punto en el que ese misterio se resuelve y ya sabemos quién estaba detrás de esa escena y por qué. ¿Qué pasa? Que para entonces ya hay otros tres o cuatro interrogantes que se han ido abriendo.

—¿Es esta novela un gran juego lógico?

—Puede llegar a plantearse como un acertijo para el lector, sí, porque intenté ir soltando pistas pequeñitas, detalles que pueden hacer que descubras el misterio. Casi al estilo Sherlock Holmes.

—Con la diferencia de que aquí ya sabemos quién es el malo casi desde el principio…

—Sí, digamos que ese no es el gran misterio de la novela. Aun así hay muchos otros enigmas: cómo lo hizo, por qué... y uno puede intentar resolverlos. O no... igual el lector prefiere dejarse llevar.

—¿Tú qué recomiendas?

—Cada uno hará lo que le sea natural. Pasa también en el ilusionismo. Hay personas que se dejan llevar por la magia y se sorprenden cuando ven un truco y hay otros que están pendientes todo el rato para intentar averiguar cómo se hizo.

—En la novela negra, el protagonista suele ser el inspector, pero en esta historia también tiene voz el malo y ambos se van intercalando la voz cantante.

—Es que la historia, ese duelo, pedía que se intercalasen sus historias. Exigía que hubiese varios puntos de vista y que incluso tomasen la palabra personajes que no son ninguno de ellos dos, pero que tienen relevancia en la trama.

—¿Ponernos en la mente del asesino hace que acabemos empatizando con él?

—Sí, hay gente que ha logrado empatizar con él, hay a quien le cae mal, hay también quien me ha dicho que odia a Yoel… Es una ventaja adicional, pero no era para nada mi intención. Yo quería mostrar las motivaciones, la parte interior de todos los personajes. Pero entiendo que una vez que te metes en sus pensamientos, acabas comprendiéndolos mejor.

—En tiempos de gore, planteas una historia bastante limpia, sin mucha sangre...

—Porque mi objetivo era generar suspense mediante la sugerencia. Sobre todo, porque cuando a nuestro cerebro le das una imagen que no está completa, lo que hace es rellenar los huecos con imaginación. Y eso me interesa muchísimo.

—¿Da más miedo lo que no vemos?

—Es que lo que vemos nos puede dar miedo, pero lo que no vemos nos da pavor. Y nuestro cerebro tiende a magnificar situaciones. Por eso decidí ser más light en ese sentido y no detallar de forma escabrosa un asesinato, por ejemplo. Para que la imaginación del lector haga el resto.

—¿Podía haberse situado esta historia en cualquier ciudad o tenía que ser Santiago?

—Santiago tiene un clima que se presta mucho a este tipo de historias. Que te pueda caer un chaparrón de repente, el frío, tanta helada… Pero además de tener esa ambientación gris que busco en la novela, que lo cierto es que se puede encontrar en cualquier ciudad gallega, sí que es verdad que Santiago, el Camino...tienen un simbolismo especial. Es difícil contarlo sin hacer spoilers, pero creo que quien lea el libro lo entenderá.