Linda Teijido, técnica de Cáritas: «Dar techo y comida a cambio de cuidar de los mayores es un abuso al orden del día»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL

A la izquierda, Linda Teijido, técnica de formación e inserción laboral de Cáritas, y a la derecha, Annyeri Zambrano, una de las quince mujeres latinoamericanas que asisten al curso de auxiliar de atención sociosanitaria en el hogar que se imparte en el centro de inclusión de la calle Magdalena
A la izquierda, Linda Teijido, técnica de formación e inserción laboral de Cáritas, y a la derecha, Annyeri Zambrano, una de las quince mujeres latinoamericanas que asisten al curso de auxiliar de atención sociosanitaria en el hogar que se imparte en el centro de inclusión de la calle Magdalena JOSÉ PARDO

La entidad ofrece formación y se convierte en agencia de colocación para garantizar condiciones dignas a las inmigrantes que trabajan en el sector, como Anneyeri Zambrano, enfermera venezolana

26 abr 2024 . Actualizado a las 11:00 h.

Casi todas son mujeres migrantes procedentes de Latinoamérica, sin recursos económicos y con la necesidad de trabajar para poder subsistir en España. Forman parte de la capa más vulnerable de la sociedad y por eso muchas veces aceptan empleos sin contrato y en condiciones que rozan lo inhumano en el sector de ayuda a domicilio. «Ofrecer techo y comida a cambio de cuidar de nuestros mayores es un abuso que está al orden del día, pero por desgracia muchas veces se ve como algo normal», sentencia Linda Teijido, técnica de formación e inserción sociolaboral en Cáritas Diocesana de Mondoñedo-Ferrol. El que describe sería el caso «más extremo de abuso» en ese sector, pero entre las mujeres que acuden al centro de inclusión de la entidad han detectado otros muchos, como, por ejemplo, «el de una emigrante que trabaja siete horas al día, sin ningún día de descanso semanal y sin contrato, a cambio de 400 euros al mes».

Con el objetivo de poner fin a esta cruda realidad y profesionalizar el sector, hace ya tiempo que Cáritas, entre otros cursos de formación, imparte un programa específico de auxiliar de atención sociosanitaria en el hogar, y además, desde el pasado mes de septiembre, se ha convertido en agencia de colocación. «Antes solo podíamos poner en contacto a la empresa o particulares que buscaban personal con las personas que hacían nuestros cursos y obtenían sus diplomas, nuestro papel terminaba ahí, pero, ahora, al funcionar también como agencia de colocación, podemos velar por que ese acceso al mercado laboral se haga en condiciones dignas y acordes a lo que dicta la ley», explica Marta Pazo, secretaria general de Cáritas.

El curso de auxiliar de atención sociosanitaria en el hogar (en la imagen) comenzó a impartirse en el centro de inclusión a mediados de abril
El curso de auxiliar de atención sociosanitaria en el hogar (en la imagen) comenzó a impartirse en el centro de inclusión a mediados de abril JOSÉ PARDO

En el caso de las internas de ayuda sociosanitaria en el hogar, la normativa establece un salario de 1.134 euros al mes en 14 pagas (o de 1.320 en doce pagas), dos horas de descanso diario en medio de la jornada y 36 horas de descanso semanal continuado, además de alojamiento y manutención a cargo del empleador y 30 días de vacaciones al año, unas condiciones que en la mayoría de los casos no se cumplen, según apuntan desde Cáritas.

Actualmente, un total de 15 mujeres acuden al curso de auxiliar de atención sociosanitaria en el hogar de seis meses que imparte la entidad desde el pasado 15 de abril. Y todas comparten el mismo perfil: son mujeres y proceden de Latinoamérica (Perú, Venezuela y Colombia).

«Tengo un título universitario, pero desde que llegué a Narón solo he podido trabajar en la economía sumergida»

Annyeri Zambrano, en una imagen tomada este jueves en Cáritas
Annyeri Zambrano, en una imagen tomada este jueves en Cáritas JOSÉ PARDO

Entre esas mujeres que asisten al curso de auxiliar en atención sociosanitaria de Cáritas  las hay sin experiencia en el ámbito de los cuidados, «pero también graduadas en Enfermería, Psicología o Farmacia», advierte Linda Teijido. Es el caso de Annyeri Zambrano, una enfermera venezolana de 30 años que desembarcó en Galicia hace seis meses, acompañada de su madre. «Tengo un grado universitario, pero desde que llegué a Narón solo he podido trabajar en la economía sumergida, porque los trámites para convalidar mi título van muy lento y todavía no he regularizado mi situación», explica Annyeri, que ha solicitado asilo y confía en obtener su permiso de trabajo en agosto.

Durante los últimos meses se ha ganado la vida cuidando a tres personas mayores por horas, pero ahora, con el apoyo de Cáritas, ha dejado el trabajo para poder asistir al curso de auxiliar de atención sociosanitaria en el hogar, con el objetivo de volver a trabajar en el sector cuando lo finalice, pero esta vez de «forma legal y con contrato».

Experiencia previa

Además del título en Enfermería, en su país también obtuvo la especialidad en instrumentación quirúrgica. Trabajó en una clínica de litiasis renal y en un hospital, pero en el 2017, debido a la inseguridad y la precaria situación económica de Venezuela —«había mucha escasez de alimentos y yo solo cobraba cinco dólares al mes»—, emigró a Argentina. Allí también pudo trabajar en el sector sanitario, como enfermera a domicilio y en una empresa que se dedicaba a hacer test de covid, pero «las cosas también se pusieron mal allí», y fue entonces cuando Annyeri decidió poner rumbo a Galicia, animada por una tía suya que desde hace ya tiempo vive en Narón. «Mi objetivo es convalidar mi título de enfermera y encontrar empleo en un hospital, pero mientras no lo consigo trabajaré cuidando a personas mayores, que también es algo que me gusta», apunta sobre sus planes de futuro.

Como el resto de sus compañeras en el curso de Cáritas, para acceder a esa formación antes tuvo que asistir a un taller para adquirir «habilidades blandas», como la empatía o la resolución de conflictos, de cara a desempeñar mejor su trabajo, «pero también la autoestima, para ganar así confianza en sí mismas y ser conscientes de que su trabajo tiene un valor y no pueden conformarse con empleos precarios», explica Linda Teijido.