El exterminador de las velutinas de Matalobos

Olimpio Pelayo Arca Camba
o. p. arca A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

miguel souto

Un vecino de Matalobos las atrae al mezclar agua con azúcar y levadura, y una vez muertas las comen sus gallinas

07 sep 2019 . Actualizado a las 19:52 h.

Los vecinos que pasean por Guendos, en Matalobos, cerca del final de la ruta del colesterol, pueden ver estos días al pie de una finca decenas y decenas de velutinas. Pero no tienen que correr: porque están todas muertas. Son el trofeo de Adolfo -«non me poña o nome no periódico, que non quero publicidade»- en su batalla contra la especie invasora que acaba con una de sus aficiones desde niño, las abejas. En su casa de Matalobos tiene cuatro colmenas, y está logrando mantener a raya a las velutinas, no así en Cuntis donde le quedan seis colmenas pero perdió otras cinco: «E alí acabarán con todas».

El secreto de este auténtico exterminador en su lucha contra las velutinas es una mezcla que incluye por cada diez litros de agua cinco kilos de azúcar y una pastilla de levadura de pan. El taladro funciona como batidora, y con ese líquido almibarado va rellenando botellas plásticas, a las que en su parte superior hace tres agujeros de 12 milímetros: «Antes facíalle os buratos a media altura da botella, pero evaporábase máis o líquido e as velutinas ás veces saían para fóra. No tapón métolle un alambre para colgalas cerca das colmeas, e nos buratos pásolle limón ou vinagre para que non vaian as abellas. As velutinas canto máis ven rebulir a outras dentro da botella, máis van para alí», comenta Adolfo.

La lucha contra la velutina

Este es el método más efectivo que ha encontrado hasta la fecha. Porque primero probó con cazamariposas: «Collía tres ou catro no aire, pisábaas e para o montón». Pero la proliferación de ellas hacía que la lucha fuera muy desigual: «Xa me decía algún, ‘non das acabado con elas’». Pero algo intentó hacer siempre, porque señala que cada uno tiene que intentar poner remedio a la plaga sin esperar nada de otros organismos públicos, a los que en alguna ocasión recurrió pero sin éxito: una vez por la tardanza en responder a la petición, y otra porque ante la gran altura del nido no pudieron actuar.

Este vecino de Matalobos tiene estos días la colección de víctimas al pie de la entrada de su finca, pero en el pasado ha encontrado una utilización más productiva para las invasoras muertas: «Cómenas as galiñas. Bótasllas e pápanas en nada». Un modo de frenar a una especie que pone en grave riesgo a las abejas autóctonas, esas con las que Adolfo se crió de niño.