Salvemos el deporte femenino

Irene Aguiar

DEPORTES

JOSE PARDO

23 ene 2024 . Actualizado a las 19:21 h.

Hace unos años, irrumpió la idea de que el sexo no se tiene, sino que se «siente». Al sentimiento lo llamaron identidad de género, y, a partir de aquí, surgió una corriente para convertirlo en ley.

La ley trans ha sido en España el último hito, que establece que toda persona puede cambiar la mención registral relativa al sexo con tan solo expresar su voluntad. Esta corriente llegó también al deporte.

Como realidad biológica, el sexo implica que hombres y mujeres tienen cuerpos diferentes y que, por ello, los hombres son un 10-15 % más rápidos y un 50-100 % más fuertes. Por eso, en el deporte se hacen competiciones por sexos. Pero, hace veinte años, el Comité Olímpico Internacional decidió que debía permitirse participar en la categoría del sexo opuesto si este se había cambiado en el registro, y sometido a cirugía y a tratamientos hormonales. «Solo serán unos pocos casos», dijo entonces el director médico, teniendo en cuenta que «el proceso es bastante arduo». No contaban con que, flexibilizándolo cada vez más, llegando a que bastase con que un hombre dijera sentirse mujer, provocaría lo que acabó provocando.

Los casos se cuentan ya por cientos. Cientos de hombres que compiten en deporte femenino. SheWon.org, web dedicada al registro de las medallas que han perdido mujeres por la participación de hombres en competiciones femeninas, lleva contabilizadas más de 700. Algunos casos sonados han sido Lia (Will) Thomas, que pasó del puesto 462 del ránking masculino al primero del femenino en natación; o Laurel (Gavin) Hubbard, quien, tras pasar a competir en la categoría femenina de halterofilia, ganó tres oros y una plata internacionales y se clasificó para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020; pero cada semana hay nuevos ejemplos. Cada uno de ellos deja al menos fuera a una mujer de la competición, pero las consecuencias pueden ser peores: estas pierden títulos, medallas, premios, becas, patrocinios, posiciones en la clasificación, clasificarse para otra competición... Supone, además, un riesgo para su seguridad física y su salud mental, por verse forzadas al silencio y a compartir vestuarios con hombres, porque, de lo contrario, serían tránsfobas.

La tendencia ahora es reconocer la ciencia y asegurar las competiciones por sexo, como han hecho las federaciones internacionales de rugbi, natación y atletismo, pero todavía hay federaciones y leyes que siguen anteponiendo el sentimiento a la realidad. Mientras así sea, mujeres y niñas seguirán perdiendo oportunidades en el deporte.

Irene Aguiar es experta en derecho deportivo y gestión del deporte.