«Elogio cabal de la derrota»: lo que saben las lagartijas que pierden la cola

A CORUÑA CIUDAD

Este Elogio , que se presenta el 22 de abril en Berbiriana de A Coruña, es una pareja de baile rebelde de nuestro tiempo

12 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No voy a venderte nada. Ni una crema milagrosa ni un perfume irresistible. Ningún estereotipo que dé volumen a la melena de tus ilusiones o carde prejuicios y creencias con el afán de que repares en ellas. No hay eslogan. Elogio cabal de la derrota propone ir al otro lado del espejo del lenguaje, despegarse pegatinas publicitarias e interrumpir esas inercias cotidianas para procurar un punto de vista. Detenerse es mirar a ver crecer la semilla. «Aprender a esperar es complicado...», advierte en el comienzo de su Elogio Paula San Vicente (Gatos a lapis, As idades dela), que enfoca un puñado de vivencias a modo de meditativo ensayo en el que escurre los sentidos de las palabras para invitarnos a distinguir victoria y éxito o fracaso y derrota.

Con unas semillas empieza a crecer este jardín de reflexiones con rincones a la sombra para la confidencia. Un niño enterrando unas semillas en una maceta; viendo, al cabo del tiempo, brotar unas flores blancas donde se esperaban girasoles. El hecho podría ser visto como una derrota. A veces, las flores se equivocan... Quizá lo hacen para decirnos algo curioso sobre nosotros mismos.

Con Borges y Kapuscinski, con Kipling, con Cien años de soledad y Asesinato en el Orient Express, entre otras citas elegidas, con los hallazgos de sus hijos Clara y Nico, con verdad y con amigas, emprende San Vicente una prospección cabal de la memoria auscultando la magnitud y el sentido de la pérdida y da una sacudida morfológica del pensamiento.

Este Elogio (se presenta el 22 de abril en Berbiriana, A Coruña) es una pareja de baile rebelde de nuestro tiempo. Se le suelta del brazo para evitar dar vueltas en bucle sobre una pista prefabricada por otros. Escribir es bailar. Así lo ve San Vicente citando a Pennac: «Puedes prescindir de la música, de las miradas no... La verdadera pista de baile es el ojo del que no baila».

¿Qué palabras nos hacen y cuáles nos deforman? ¿Qué olvidamos por descuido y qué elegimos borrar? ¿Cómo envejecemos, en qué lo notamos más dentro (pierde la flexibilidad nuestra manera de sentir y de pensar)? ¿En qué se parecen el vencedor y el vencido? ¿Qué tienen que ver el rencor y el civismo? ¿Nos mantiene alerta el rencor como hábito social?

El desapego es uno de los conceptos que hay que revisar (y abrazar) a la luz de este texto que hace constar la pandemia, que brilla en el retrato de la figura del padre y que deja un aroma que evoca Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg.

Las relaciones humanas en este Elogio —para los que no sueñan con morir de éxito, sino que van acariciando fracasos— son un jardín de caléndulas y capuchinas que deja ganas de quedarse. Y de ser una de esas lagartijas que pierden la cola, porque saben de qué va la vida.

San Vicente hace lo que Margarita García Robayo en El afuera, cuidar el adentro. Para sobrevivir con algo de sentido.

«elogio cabal de la derrota»

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